La reciente escalada de la presencia militar estadounidense en el Caribe y Latinoamérica, formalizada con el anuncio de la operación militar «Southern Spear» (Lanza del Sur), ha provocado una respuesta inmediata y cautelosa por parte de Moscú.
El Kremlin ha hecho pública su confianza en que Estados Unidos no emprenda acciones que terminen por desestabilizar la situación no solo en Venezuela, sino también en la región del Caribe en su conjunto.
Aunque el Pentágono ha enmarcado la operación oficialmente como una iniciativa reforzada contra el narcotráfico, su alcance geográfico y su despliegue coinciden con un momento de alta tensión geopolítica en torno a Venezuela.
La preocupación rusa tiene raíces profundas. La desestabilización de Venezuela, o de la región circundante, podría tener múltiples repercusiones negativas que afectarían los intereses económicos de Moscú y la estabilidad del mercado global.
El mensaje del Kremlin va más allá de la mera retórica política; es una advertencia económica para proteger sus activos y su visión de un orden global multipolar. Lo que Estados Unidos justifica como una lucha contra el narcotráfico es interpretado por Rusia como una maniobra desestabilizadora, cuyo riesgo no debería ignorarse.
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